Palabras de espiritualidad

El sentido de la “Oración de San Efrén el Sirio” en este período de ayuno

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si analizamos su sencillo contenido, descubriremos una completa teología de la contrición, de tal suerte que podremos entender por qué se le llama “Oración del arrepentimiento”.

Ligada al período del ayuno de la Gran Cuaresma, la Oración de San Efrén el Sirio es una plegaria muy breve, simple, pero llena de poder y riqueza espiritual, como solamente el gran Efrén, cual “instrumento del Espíritu Santo”, podía haber compuesto.

El canon establece que esta oración sea pronunciada con los ojos del cuerpo y las manos elevadas al cielo, y con los ojos de la mente dirigidos al Señor, con humildad, lágrimas y temor de Dios, acompañada de inclinaciones y postraciones, según la práctica conocida.

Recitada así, con toda la concentración del caso y con todo el corazón, esta oración transforma y renueva nuestra entera vida espiritual. Si analizamos su sencillo contenido, descubriremos una completa teología de la contrición, de tal suerte que podremos entender por qué se le llama “Oración del arrepentimiento”.

La oración se repite en los oficios litúrgicos diarios, un total de nueve veces cada día y ocho veces cuando se celebra la Liturgia de los Presantificados, porque se mantiene la parte de las Vísperas en las que se usualmente se recita esta oración. Los números ocho y nueve, en las veces en las que se hace la oración, nos recuerdan a las nueve legiones de ángeles y la vida futura, simbolizada con el número ocho, como queriéndonos decir que solamente la contrición nos puede hacer dignos de una vida feliz en la eternidad, al lado de los ángeles.

La oración tiene tres partes diferentes. En la primera, le pedimos a Dios. “Señor y Soberano de mi vida, no me des el espíritu de la pereza, de la desesperación, de la ambición y de la vana locuacidad”; en la segunda: “Mas el espíritu de sobriedad, de humildad, de paciencia y de amor, otórgamelo a mí, tu siervo”, y terminamos: “Así, Señor y Soberano, concédeme ver mis propias faltas y no juzgar a mis hermanos, porque bendito eres, por los siglos de los siglos. Amén”. Por otra parte, le pedimos al Señor que nos libre de cuatro espíritus malignos, cuatro pasiones, y, por otra, le pedimos que nos conceda cuatro espíritus buenos, cuatro virtudes.

(Traducido de: Protosinghelul Petroniu TănaseUșile pocăinței. Meditații duhovnicești la vremea Triodului​, Editura Mitropoliei Moldovei și Bucovinei, Iași, 1994, pp. 42-43)