El tiempo de cada cosa
Sabemos que para todo hay un tiempo establecido, como dice el Eclesiastés: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el cielo” (Eclesiastés 3, 1).
Sabemos que para todo hay un tiempo establecido, como dice el Eclesiastés: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el cielo” (Eclesiastés 3, 1).
Las aves hacen sus nidos y sacan a sus polluelos en el momento adecuado; los animales se aparean y engendran a sus vástagos en el tiempo propicio; lo mismo hacen los peces. Los árboles y las plantas reverdecen, florecen y dan frutos en el tiempo establecido para ello. Los campesinos aran, siembran y cosechan en el tiempo apropiado. En pocas palabras, nuestro Señor y Creador fijó un tiempo para cada cosa.
A partir de esto aprendemos que también para nosotros Dios dispuso un tiempo, para que buscáramos cómo alcanzar la salvación. Ese tiempo es el ahora: “mientras dure este hoy” (Hebreos 3, 13), mientras nos hallemos en este mundo, mientras sigamos viviendo y peregrinando en esta vida. Este es el tiempo que nos fue dispuesto para buscar la salvación, misma que Cristo, el Hijo de Dios, nos concedió con Su Sangre.
Esta es la razón por la cual en la Biblia este tiempo es asemejado con el de la cosecha: “Lo que el hombre haya sembrado, eso mismo cosechará. Porque el que siembra en su propia carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembra en el espíritu, del espíritu cosechará la vida eterna.” (Gálatas 6, 7-8).
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Dumnezeu în împrejurările vieţii de zi cu zi, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 87)