El trabajo conjunto de Dios y el hombre
Para los cristianos, ningún pensamiento, sentimiento o actividad puede realizarse de forma evangélica, sin el auxilio de la Gracia Divina.
La persona de Dios-Hombre, Cristo, presenta en sí misma la imagen ideal de la personalidad y el conocimiento humano. La Persona de Cristo traza y define el camino de la vida cristiana, en cualquiera de sus aspectos. En Él se halla la más perfecta realización de la unión mística de Dios con el hombre, al tiempo que, simultáneamente, nos revela tanto la obra de Dios en el hombre, como la del hombre en Dios. Dios y el hombre, trabajando juntos, representan la parte fundamental de la actividad cristiana en el mundo. El hombre trabaja con Dios, y Dios con el hombre (ver I Corintios 3, 9). Trabajando en su interior y a su alrededor, el cristiano se entrega completamente al sacrificio: pero lo hace y es capaz de hacerlo, sólo por medio de la incesante acción de la fuerza divina, que es la Gracia. Para los cristianos, ningún pensamiento, sentimiento o actividad puede realizarse de forma evangélica, sin el auxilio de la Gracia Divina: el hombre, en lo que le concierne, viene con un anhelo; Dios le otorga la Gracia, y sólo desde esta acción conjunta o sinergia brota la personalidad cristiana. A cada peldaño de la escalera de la perfección, la Gracia es esencial para el cristiano. El hombre no puede obtener tan siquiera una sola virtud evangélica, si le falta el auxilio y el soporte de la Gracia de Dios. En el cristianismo, todo se realiza por medio de la Gracia y la libre voluntad, porque todo es un trabajo común del hombre y Dios. San Isaac subraya esta cooperación de la voluntad del hombre y la Gracia de Dios en toda la vida del cristiano. La Gracia abre los ojos del hombre para que pueda discernir el bien del mal. Además, fortalece la percepción de Dios en el interior del hombre, le presenta el futuro y lo llena de una luz mística.
(Traducido de: Părintele Iustin Popovici, Credința ortodoxă și viața în Hristos, Editura Egumenița, p. 64)