El tratamiento para los malos pensamientos
“A primera vista, puede parecer que un solo pensamiento negativo no tiene ningún poder, pero este no tardará en apartar nuestra mente de la oración, perturbándola e impidiéndole concentrarse. En consecuencia, rechazar los pensamientos negativos no solamente es algo bueno, sino también algo esencial, del mismo modo en que es esencial mantener la mente pura en Dios”-
Del mismo modo en que, en el caso de las enfermedades físicas y espirituales, hay tratamientos profiláticos que previenen esas dolencias, y también tratamientos terapeúticos, que se administran después de manifestarse el padecimiento, lo mismo ocurre con las enfermedades de los pensamientos.
El tratamiento en sí consiste en no permitir que los pensamientos se inmiscuyan en nuestra mente para someterla. Para alcanzar este objetivo, contamos con los siguientes recursos: el discernimiento, el cuidado de la mente, el hesicasmo y la supresión de todo mal pensamiento. El Santo Apóstol Pablo exhortaba así a su discípulo Timoteo: “Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu labor” (II Timoteo 4, 5). (...)
Por otra parte, para mantener nuestra mente pura y alcanzar la inquebrantable añoranza de Dios, tenemos que renunciar también a nuestros buenos pensamientos, porque incluso estos podrían apartarnos lentamente de Dios. San Hesiquio el Sinaíta nos previene: “Nunca guardes en tu corazón ningún pensamiento, sea racional o no”. Y San Siluano decía: “Los santos aprendieron a luchar contra el maligno. Y sabían que este se vale de los pensamientos perniciosos para engañarnos; por tal razón, siempre rechazaban esa clase de pensamientos. A primera vista, puede parecer que un solo pensamiento negativo no tiene ningún poder, pero este no tardará en apartar nuestra mente de la oración, perturbándola e impidiéndole concentrarse. En consecuencia, rechazar los pensamientos negativos no solamente es algo bueno, sino también algo esencial, del mismo modo en que es esencial mantener la mente pura en Dios” (Archimandrita Sofronio). Tenemos que procurar mantener el ojo de nuestra alma libre de todo mal pensamiento, de la misma forma en que cuidamos nuestros ojos materiales de todo aquello que puediera dañarlos.
Cuando la persona se acostumbra al santo trabajo de rechazar todos los pensamientos, su mente gusta de la bondad del Señor y se hace digna del don del discernimiento: “El cristiano tiene que afanarse en mantener su mente incólume. Esto, con el propósito de que la mente, al distinguir los pensamientos que pasan por ella, tome los que son buenos y enviados por Dios, y los lleve a los aposentos de los recuerdos; y, a los que son oscuros y diabólicos, los arroje afuera de los graneros de su ser” (San Diadoco de Fótice).
(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă. Știința Sfinților Părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 261-263)