Palabras de espiritualidad

El valor de una mente humilde

  • Foto: Constantin Comici

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Y es que una mente humilde —aunque a primera vista parezca una virtud insignificante— termina sometiendo a quienes le rodean, gracias al color de su discreto silencio y el aroma espiritual que irradia con cada palabra buena que pronuncia y con cada una de sus acciones

Si la virtud de la pureza es la más admirable corona que podría ponerse sobre las frentes de los cristianos que son castos de corazón, una mente humilde es la más discreta y fragante flor de esa corona. No en vano muchos llaman el “jacinto de las virtudes” a la humildad de mente, ¡Y lo hacen con toda razón! Porque entre el perfumado jacinto del bosque y la humildad hay muchísimas semejanzas.

El jacinto es una flor a la que le gusta esconderse entre las espesuras y otras plantas. De igual forma, la humildad es, para la mayoría de personas, una virtud pequeña, que se esconde detrás del rubor y la timidez.

El jacinto, a pesar de ser tan pequeño y esconderse tanto, usualmente se traiciona debido a su color azul, revelándose entre las hojas y tallos amarillentos y secos, y gracias al suave perfume que emana en los soleados días de primavera.

Y es que una mente humilde —aunque a primera vista parezca una virtud insignificante— termina sometiendo a quienes le rodean, gracias al color de su discreto silencio y el aroma espiritual que irradia con cada palabra buena que pronuncia y con cada una de sus acciones.

(Traducido de: Arhimandrit Serafim Alexiev, Smerita cugetare - Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sophia, 2007, p. 7)