Palabras de espiritualidad

Elogio de la amistad y los dones de Santa Parascheva

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Justo ante las reliquias de Santa Parascheva fue que conocí a mi esposo, el futuro padre de mis hijos.

A Santa Parascheva siempre la he considerado una hermana, una amiga. Nuestra amistad se hizo viva cuando empecé a estudiar en Iași. Al salir de mi pueblo natal, mi mamá me encomendó a Santa Parascheva, sabiendo que no conocía a nadie en la ciudad que habría de ser mi nuevo hogar. Recuerdo que mi mamá le pidió en sus oraciones que me cuidara, que me protegiera, insistiéndome en la importancia de llamarla en mi auxilio cuando fuera necesario.

¡Y así lo hizo Santa Parascheva! Cada semana sentía la necesidad de visitar a esa amiga tan querida. Y siempre parecía que ella me estaba esperando, dispuesta a escuchar todos mis problemas y alegrías. En las vísperas de cada uno de mis exánemes universitarios acudía a ella para pedirle que iluminara mi mente y me librara de toda inseguridad. ¡Y ella siempre atendía mi petición, ayudándome abundantemente!

Luego de algunos años, tuve el privilegio de venir a la Catedral a ayudar en todo lo concerniente a la fiesta patronal de Santa Parascheva. Cuánta alegría representaba para mí limpiar las velas y candelabros... ¡era un inmenso honor! En aquel lugar conocí un sinnúmero de personas maravillosas, amigos queridos y de esperanza. También le pedí a Santa Parascheva que me ayudara a permanecer en Iași al terminar la facultad, porque la amaba y sabía que la habría de extrañar mucho si llegaba a alejarme de ella.

Justo ante las reliquias de Santa Parascheva fue que conocí a mi esposo, el futuro padre de mis hijos. Creo que no podría haber una alegría más grande que conocerlo a él, cual don de Dios, con la ayuda de Santa Parascheva. Por eso fue que la elegimos como patrona de nuestro hogar. Nuestro primer hijo, una niña, recibió el nombre de la santa... ¡no podría haber sido de otra manera! Todo parece haber sucedido solo. Cuando apenas tenía unos cuantos meses de nacida, nuestra nena solía quedarse viendo al ícono de Santa Parascheva, para después coomenzar a reír. Parecía que estaban conversando... Con el paso del tiempo, mi alma se llenaba de alegría al escucharla cantar en voz baja y suave el tropario dedicado a nuestra santa.

Cada otoño, al venir la fiesta patronal de Santa Parascheva, sentía como si nuestra casa se llenara de una atmósfera especial... ¡Qué alegría ver tantos peregrinos pasando frente a nuestra puerta, compartiendo con nosotros los dones recibidos!

Sin embargo, los regalos de Santa Parascheva sigueron viniendo. Mi esposo, después de haber sido ordenado sacerdote, recibió la misión de servir como párroco en una iglesia que lleva el nombre de... Santa Parascheva. ¡De cuántas formas se ha manifestado ella en nuestras vidas! Y es un gozo indescriptible preparar cada año, en nuestra parroquia, su festividad.

Sentimos realmente, con estremecimiento espiritual, la maravillosa, evidente y verdadera presencia de Santa Parascheva en nuestra vida y le pedimos que nos sigue auxiliando y guiando por el camino de la salvación. Amén.

¡Alégrate, Santa Piadosa Madre Parasheva, raudo auxilio nuestro, apiadándote y escuchando las peticiones de tus siervos!

(Presbítera Estefana)