En cualquier parte podemos levantar un altar para orar al Señor
Cualquiera de nosotros, ya sea en nuestro lugar de trabajo o en nuestro hogar, puede elevar al cielo la mirada del alma y orar fervientemente a Dios.
No digamos, hermanos, que cerca de nosotros no hay ninguna casa de oración. Nosotros mismos, si conservamos la pureza del alma, somos, por la Gracia del Espíritu Santo, templos del Señor. Y no hace falta postrarnos de rodillas, ni golpearnos el pecho, ni elevar las manos al cielo, porque solamente mostrando una mente llena de fervor podemos alcanzar la perfección en la oración. Cualquiera de nosotros, ya sea en nuestro lugar de trabajo o en nuestro hogar, puede elevar al cielo la mirada del alma y orar fervientemente a Dios. En consecuencia, arrepintámonos, hermanos, acordémonos de nuestros pecados y digamos: “¡Apiádate de mí, Señor!”. Solo así nuestra oración será recibida por Él.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Cuvinte alese, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2002, p. 60)