¿En dónde están tu corazón y tu mente cuando oras?
La mente, después de orar, sale del corazón, perdiendo el recuerdo de Dios, para detenerse en todo lo demás que le rodea; es decir, se pierde y languidece, mostrando su débil capacidad para concentrarse en sí misma y su indiferencia subconsciente frente la oración. El alma no aprecia, en el fondo, el valor de la oración y no la siente como una necesidad, sino como una obligación.
Cuando ores, esfuérzate en tener tu mente y tu atención en el corazón, ¡en ningún otro lugar! La mente, después de orar, sale del corazón, perdiendo el recuerdo de Dios, para detenerse en todo lo demás que le rodea; es decir, se pierde y languidece, mostrando su débil capacidad para concentrarse en sí misma y su indiferencia subconsciente frente la oración. El alma no aprecia, en el fondo, el valor de la oración y no la siente como una necesidad, sino como una obligación. Entonces, se agobia para escapar lo más rápido posible de este deber, orando a toda prisa. Pero tú, ora, en consecuencia, con temor de Dios, poniendo toda tu atención en el sentido de cada palabra. La Oración de Jesús y las otras oraciones cortas engendran sentimientos divinos en el corazón, atrayendo su atención, de manera que permanezca en él el recuerdo de Dios.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, Traducere de Preot Victor Manolache, Editura Egumenița, pp. 56-57)