Palabras de espiritualidad

En este mundo, ser libre significa ser ajeno a todo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Con todos sus sistemas de leyes, con todos sus hábitos terrenales, con toda esta tradición material, el mundo nos somete, nos subyuga, nos hace esclavos.

En general, la mayoría de nosotros, los “cristianos” —y aquí me refiero a los cristianos más superficiales—, solemos denigrar la pobreza de espíritu, diciendo: “Ese de ahí es un pobre de espíritu. Es un tonto, un retrasado mental, no sabe ni en qué mundo vive”. Sin embargo, la pobreza de espíritu es una virtud, ¡una gran virtud! La pobreza de espíritu significa ser pobre de todas las cosas de este mundo, de manera que tu espíritu no se aferre a nada. Es no atarte a nada de eso a lo que la mayoría de hombres se aferran. Es permitir que tu alma sea libre, es vivir en libertad, como un forastero en este mundo. Porque, en este mundo, ser libre significa ser ajeno a todo. El mundo te esclaviza. Con todos sus sistemas de leyes, con todos sus hábitos terrenales, con toda esta tradición material, el mundo nos somete, nos subyuga, nos hace esclavos. Y si no te conviertes en un esclavo de esos conceptos, entonces eres un “cuerpo extraño”, un elemento marginal a todo lo que hay en él.

Por eso es que Jesús dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu”. Bienaventurados los que no se atan a las cosas del mundo, los que no se hacen un ídolo de lo material, ni de las doctrinas terrenales, ni de la gloria de lo efímero, ni de la riqueza que hay a nuestro alrededor. Son personas que viven como seres ajenos a un mundo sumido en el pecado.

(Traducido de: Părintele Gheorghe CalciuCuvinte vii, ediție îngrijită la Mănăstirea Diaconești, Editura Bonifaciu, 2009, pp. 173-174)