En las penas no nos quejemos, sino pidamos la ayuda de Dios
Dios otorga a algunos —que pagan sus pecados por medio de las pruebas que atraviesan, aunque quejándose sin cesar e injustificadamente— la posibilidad de beneficiarse de la paciencia de otros que, aunque no han errado, sufren, pero sin quejarse.
Pocos son los casos en los que Dios permite que los cristianos piadosos atraviesen tentaciones, para que otros, pecadores, se arrepientan al ver ese ejemplo. Tales personas reciben una recompensa doble. Es decir, Dios otorga a algunos —que pagan sus pecados por medio de las pruebas que atraviesan, aunque quejándose sin cesar e injustificadamente— la posibilidad de beneficiarse de la paciencia de otros que, aunque no han errado, sufren, pero sin quejarse.
Supongamos que un hombre, muy bueno y muy devoto, está en casa con toda su familia. En determinado momento, comienza a temblar la tierra y la casa les cae encima, matándolos. ¿Por qué permtió Dios que eso pasara? Para que no se quejen los que son castigados cuando erran.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ştefan Nuţescu, Editura Evanghelismos, București, 2003, p. 218)