¿En qué consiste renunciar a uno mismo?
Abandonarse es "renunciar a la supremacía del Yo sobre el Tú", como decía alguien; es volver a la igualdad, a la fraternidad, al amor.
Que alguien renuncie a sí mismo no significa que esté resignando su propia personalidad.
Tampoco que esté dimitiendo de su identidad, ni de su responsabilidad frente a la sociedad, frente a su propio trabajo, frente a su familia. No. Significa renunciar al ego, al egoísmo. Hay algunos que, en cualquier conversación suelen decir, una y otra vez; “Yo hice tal cosa”, “Yo he pensado tal cosa”, “Yo”, “Yo” y “Yo” a cada rato. Centran todo en sí mismos, en sus intereses, en su propia persona. Llegan al punto de olvidarse de Dios.
Dios no quiere, en ningún caso, discípulos sin personalidad, sin identidad propia. Al contrario, Él quiere que quienes le siguen tengan su personalidad definida, una identidad propia, dignidad, que sepan qué hacen y que sean responsables por ésto que hacen. Renunciar a sí mismo no significa odiarse a sí mismo, sino renunciar al egoísmo.
Sólo así pueden reconciliarse el mandamiento del amor a sí mismo, con el de renunciar a sí mismo, y salir de la contradicción. Abandonarse es "renunciar a la supremacía del Yo sobre el Tú", como decía alguien; es volver a la igualdad, a la fraternidad, al amor.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie Plămădeală, Tâlcuiri noi la texte vechi, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 46)