En una sociedad en la que cada uno quiere ser el primero…
La impresión de la vida exterior y material nos afecta de una forma tan fuerte, que terminamos olvidándonos de nuestra propia vida espiritual.
Es curioso, pero no estamos acostumbrados a observar con atención todo lo que ocurre a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos. Simplemente, es algo que soslayamos. La impresión de la vida exterior y material nos afecta de una forma tan fuerte, que terminamos olvidándonos de nuestra propia vida espiritual.
Pero debemos mantener un fuerte impulso hacia Dios, además de la conciencia de nuestras carencias y miserias. Si nos sentimos satisfechos con nosotros mismos, nuestra oración dejará de ser lo que tendría que ser: la erupción de un volcán.
En una sociedad en la que cada uno quiere ser el primero, no hay progreso para ninguno. Si, al contrario, el hombre cree ser siempre el último, su encuentro con el otro será, cada vez, un motivo para la edificación y el crecimiento espiritual. En consecuencia, es muy útil ser el último. Si soy el primero, me agobiará el tedio del infierno. Pero, si soy el último, todo el tiempo experimentaré una alegría incesante, porque a cada paso hallaré algo que me sea de provecho.
Humillarnos todo el tiempo… ¡esta es nuestra tarea! El Señor dijo: “Quien se humille será enaltecido”. Pero solamente Dios puede enaltecernos.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Din viață și din Duh, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2014, p. 55)