Palabras de espiritualidad

Envejecemos, no bajo el peso de los años, sino de los muchos afanes

    • Foto: Anda Pintilie

      Foto: Anda Pintilie

Solía pagar mucho por cualquier adulación. Me cortaba un pedacito de corazón y lo ofrecía a cambio, hasta que le entregué mi completo corazón al mundo... y las lisonjas empezaron a aburrirme.

Desciendo profundamente en mi corazón, para ver quién vive en él, además de mí y de Ti, Señor. Y me asusto, encontrando legiones enteras de extraños luchando por cada pedazo de él. He encontrado tantos, como el tiempo que ha transcurrido desde la caída de Adán.

Y entonces comprendí por qué mi corazón se ha extenuado y no puede ya recibirnos ni a Ti ni a mí en sus aposentos; al contrario, nos empuja hacia afuera. Incluso antes de salir del vientre de mi madre, el mundo y sus afanes habitaba ya en mí.

Solía pagar mucho por cualquier adulación. Me cortaba un pedacito de corazón y lo ofrecía a cambio, hasta que le entregué mi completo corazón al mundo... y las lisonjas empezaron a aburrirme. Los ancianos se lamentan de su edad, diciendo: “nuestro corazón ha envejecido por el peso de los años”. Verdaderamente, ancianos, el corazón no envejece por el peso de los años, sino por el de los muchos afanes.

Y así, después de meditarlo en mi corazón, digo: “Apártate del día de ayer, porque él se apartó ya de ti”. Sí, todas esas cosas y afanes tuyos que pertenecían al día de ayer, hoy ya no existen. Algunos de ellos han cambiado, a otros los desfiguró la enfermedad, y otros simplemente se extinguieron. Pero, atención, recuerda que tampoco existe el objeto de tus afanes de mañana..

(Traducido de: Sfântul Ierarh Nicolae Velimirovici, Noul Hrisostom, Episcop de Ohrida şi Jicea, Rugăciuni pe malul lacului, traducere din limba engleză de Paul Bălan, Editura Anestis, 2006, pp. 90-91)