Palabras de espiritualidad

Es mentira que no tengamos tiempo para orar

    • Foto: Andrei Agache

      Foto: Andrei Agache

Este tiempo es el lugar de nuestra salvación. Y es muy importante la forma en que lo utilizamos. Luego, ¿tenemos tiempo? ¡Todo el que queramos! ¿Pero cómo lo usamos?

¿Cuánta importancia debe tener el tiempo para nosotros, para poder cumplir con nuestras responsabilidades en esta vida?

—Recuerden aquellas palabras: “¡Aprovechen el momento presente!”, porque estos tiempos son malos (Efesios 5, 16). Este tiempo es el lugar de nuestra salvación. Y es muy importante la forma en que lo utilizamos. Luego, ¿tenemos tiempo? ¡Todo el que queramos! ¿Pero cómo lo usamos?

Hoy, cuando le pedí al padre Craciun que nos apresuráramos, me respondió: “Antes había tiempo para todo, las personas no vivían tan de prisa…”.

Sí, actualmente andamos muy de prisa, tal es el ritmo de la vida en nuestros días. Corremos, simplemente. Por eso, sea que nos movamos de aquí para allá, o que simplemente nos detengamos en algún sitio, debemos intentar decir: “¡Señor, voy a tal parte!” o “¡Señor, estaré aquí por un tiempo!”.

Cuando alguien me dice que no tiene tiempo para orar, le respondo siempre: “¡Mentiroso! Cuando te lavas, ¿qué haces? Cuando te peinas, ¿qué haces? Cuando te bañas, ¿qué haces? Cuando caminas por la calle, ¿qué haces? Cuando te llevas la cuchara a la boca, ¿qué haces? Cuando te detienes un instante en el camino, ¿qué haces? ¡Puedes orar en todos esos momentos!”. Haciendo esto, clamando en nuestras prisas, diciendo “¡Señor!”, o simplemente levantando nuestro pensamiento a Dios, aunque sea por un segundo, descubriremos que el tiempo hará un movimiento especial para que podamos orar, tal como lo haríamos estando en la iglesia o frente a cualquier ícono. Y Aquel a Quien clamamos todo el día detendrá el tiempo para nosotros, para responder a todos nuestros llamados y arroparnos con Su silencioso abrazo. Pero si corremos —incluso con nuestra mente— tras las preocupaciones de esta vida pasajera, sin hacerlo participar a Él, por la noche dormiremos en los brazos (o en las garras) de nuestras preocupaciones y entre ellos nos despertaremos en la mañana…

El tiempo es un punto de encuentro con Dios y el lugar en el que concienciamos que cada momento, cada segundo es una preparación para reunirnos con Él y con nosotros mismos, con lo que estamos llamados a ser. Y esa reunión será, precisamente, el momento de nuestra muerte. El final de nuestra vida será nuestro encuentro frente a frente con Dios. Y todo lo que hagamos en este mundo, mientras vivamos, es una preparación para aquel momento, o una muestra de nuestra negación o indolencia, bajo miles y miles de pretextos, a cual más falso. Sí, falsos, porque no hay actividad o preocupación que no podamos presentarle a Dios, que no podamos enfrentar con Su bendición o pensando en nuestro momento final en esta vida. Es impresionante... ¡cuánto nos preparamos para encontrarnos con algún amigo, pero no para encontrarnos con Dios! ¡No cabe duda de que ignoramos cuánto vale un instante, cuando lo vives junto a Dios! ¡Inténtenlo! ¡No se imaginan cuánto les sorprenderá el resultado!