Palabras de espiritualidad

Es necesario tener valor, cuando se trata de ser uno mismo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Madre, me gusta la ropa de buen gusto, los colores finos, los vestidos “elegantes”, si puede llamárseles así. Pero cuando asisto a la iglesia, veo a las demás mujeres llevando ropa de colores oscuros, tristes, y me siento incómoda... pero sé también que no me sentiría yo misma vistiéndome como ellas. ¿Qué debería hacer?

Es necesario tener valor, cuando se trata de ser uno mismo... Algunas veces nos falta ese coraje, aunque seamos correctos frente a Dios y nuestra propia conciencia. Unos ni siquiera tienen el valor de estar entre los demás, precisamente porque no son como ellos. Claramente, se trata de obsesiones: hacer todo como lo hacen los demás, tratar de no parecer diferente... Pero hay algunos que se rebelan, que desean ser especiales. Se hacen, por ejemplo, una cresta verde en el pelo, precisamente para satisfacer su necesidad de “ser alguien”, de ser diferentes.

Necesitamos un sano coraje para ser nosotros mismos, cuando nuestra forma de ser no es perjudicial para los demás, desde luego. Entonces, debes tener el valor de ser tú misma, de analizarte frente al espejo, de ser de la forma que eres. Eso sí, ¡ten cuidado que no se trate simplemente de un arranque de orgullo o de mera vanidad! Precisamente por eso es que necesitarás de mucho discernimiento y del consejo de tu padre espiritual. Si él te dice que la forma en que te vistes no perjudica a los demás, entonces ten el valor de no vestirte como los demás.

Ten el arrojo de expresarte como persona y con tu forma de vestir. La vestimenta es importante para el hombre después de la caída del Paraíso. Con esa caída, el hombre perdió su expresividad física personal, quedando ésta limitada a las manos y el rostro. Porque nadie podría reconocerte viendo tan sólo tu omóplato, ¿no es así?. Por eso lo cubrimos. Pero ese “envoltorio” que le hacemos, nuestra vestimenta, ayuda a expresarnos como personas: muestra nuestra personalidad.

Eso sí, no juzgues a nadie. Si la mayoría se viste de negro, ¡gloria a Ti, Señor!, porque tenemos por qué suspirar en este mundo, por qué ayunar. Talvez lo hagan para cubrir esa belleza física que podría perturbar a los demás...

Cada uno tiene sus propios motivos. Por ejemplo, las monjas nos vestimos de negro porque así son las novias de Cristo, más negras... Pero, si tú eres elegante y te gusta vestirte con gusto, dale gloria a Dios. Seguramente habrá quien te envidie, pero ese es pecado suyo. Pero sólo si oras tendrás paz en tu alma, te reconciliarás contigo misma y obtendrás la bendición de tu padre espiritual, quien es el ojo de Dios. Sí, Dios nos mira y nos analiza a través de los ojos de los demás, pero la verdadera reprimenda y enseñanza nos las da nuestro padre espiritual, si es que lo consideramos un padre, como ese quien tiene la última palabra.

De repente, sería bueno que utilizaras un pañuelo más modesto, en pos de tu humildad, pero esto sólo tu padre espiritual puede recomendártelo. Porque, vistiéndote elegantemente, si te pones un pañuelo en la cabeza, así, de mala manera o de forma inadecuada, creyendo que con esto estás siendo obediente, lo que conseguirás es que los demás rían de ti.

Entonces, une el valor con la humildad de obedecer a tu confesor y todo saldrá bien.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, 2013, p. 40)