Palabras de espiritualidad

Es nuestro deber agradecerle a Dios por los alimentos que nos brinda cada día

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

“¡El Señor es bueno y misericordioso! Él da de comer a quienes le temen. ¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos! Amén”.

Hermano, no olvides orar antes de comer, para que tu alimento y tu bebida sean santificados. Asimismo, al terminar de comer, repite tres veces, con agradecimiento: “¡El Señor es bueno y misericordioso! Él da de comer a quienes le temen. ¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos! Amén”.

Después de esta brevísima oración, agrega también las siguientes palabras: “Señor Jeucristo, Dios Todopoderoso, Cuyo nombre está más allá de cualquier otro nombre, a Ti te agradecemos y te glorificamos por habernos permitido participar de Tus bondades, de estos alimentos necesarios para nuestro cuerpo. Por eso, elevamos nuestras oraciones al Padre y le pedimos: Haznos dignos, Señor, de recibir el alimento celestial. Concédenos temer a Tu estremecedor y gloriosísimo nombre y santifica nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo, por medio de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, con Quien es justo que recibas toda honra, todo poder, todo honor y toda alabanza, por los siglos de los siglos. Amén”.

Hay quienes, por su insensatez y debido a la voracidad que padecen, asemejándose a las fieras irracionales, desde el amanecer piensan a quién engañar y a quién oprimir, con tal de obtener los medios necesarios para hinchar su insaciable vientre. Estas personas no tienen cómo agradecerle a Dios por los alimentos que consumen, y es sobre ellas que el Apóstol Pablo escribió: “son enemigos de la cruz de Cristo; su fin será la perdición, su dios es su vientre, su gloria lo que los deshonra y tienen puesto su corazón en las cosas de la tierra. Pero nuestra patria está en los cielos” (Filipenses 3, 18-20). Son hombres más malos y más voraces que las fieras y las aves, porque las aves y las fieres conocen al Dios que las creó y las bendice, pero esos hombres, creados por las manos de Dios y portadores de Su imagen, no conocen a su Creador. Puede que hablen de Él con sus bocas, pero con sus actos se apartan de Él...

(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, pp. 126-127)