Robustece tu corazón como si fuera una roca. Y llamo “roca” a la fuerza de tu alma, para que puedas estar atento a lo que voy a decirte.

Permanece atento a ti mismo (...) y prepárate para recibir todo con alegría, escuchando las palabras del Apóstol: “en todo dad gracias” (I Tesalonicenses 5, 18), sea “en tribulaciones, necesidades, angustias” (II Corintios 6, 4), sea en las debilidades y trabajos del cuerpo.

Agradécele a Dios por todo lo que tengas que enfrentar. Porque espero que también tú “entrarás en Su descanso” (Hebreos 4, 1). “Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (Hechos 14, 22). Que tu corazón no dude ni se debilite. Recuerda aquellas palabras: “aún cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día” (II Corintios 4 , 16 ).

Sin ese sufrimiento es imposible llegar a la Cruz. Pero si eres paciente en el dolor, arribarás al puerto de Su descanso. Y te gozarás luego del sosiego, teniendo el alma fuerte y cerca de Dios para siempre, protegido en la fe, alegrándote en la esperanza, feliz en el amor, bajo el amparo de la Santísima Trinidad. Entonces se cumplirá, en ti, aquello que fuera pronunciado: “¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra!” (Salmos 95, 11).

(Traducido de: Sfântul Varsanufie, Scrisori duhovniceşti, 2, în Filocalia, vol. XI, p. 28-29)