¿Es posible que hayamos olvidado el poder de la oración?
La oración es abogada de los acusados, liberación de los sometidos, buen corazón de los marginados, dulzura de los que se alegran y consuelo de los que lloran.
La oración es custodio de la sabiduría entera, azote de la ira, disipación del orgullo, purificación del recuerdo del mal sufrido, destrucción de la envida y camino que lleva del paganismo a la vida cristiana. La oración es la virtud del cuerpo, guía del hogar, asentamiento correcto para las ciudades, fortaleza de los reinados, victoria en la guerra y cimiento de la paz. La oración es el sello de la castidad, buena fe de los esposos, arma de los viajeros, protectora de los que duermen, valor de los que velan, propiciadora de abundantes cosechas para los labriegos creyentes y salvaguardia de los que se adentran en el mar.
La oración es abogada de los acusados, liberación de los sometidos, buen corazón de los marginados, dulzura de los que se alegran, consuelo de los que lloran, festejo de los alumbramientos, corona de los cónyuges y piadoso sepelio de los que duermen en el Señor. No hay otro bien más honroso que la oración, en la vida de cada persona. Por eso, ¡nunca la dejen, nunca la olviden!
(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 55)