Es preferible que se burlen de nosotros los hombres, a que lo hagan los demonios
Quien ora por los que le ofenden atemoriza a los demonios. El que, al contrario, discute con los primeros, cae herido por los segundos.
Es por medio de las pruebas que los hombres se forjan lo que es realmente beneficioso; de igual forma, es por medio de la vanagloria y los placeres que se hacen de las que les son perjudiciales.
El que sufre la injusticia de los demás se libra, así, de sus pecados, y encuentra el consuelo proporcional para su tristeza.
Quien cree en la recompensa de Cristo, en la misma medida de su fe es capaz de soportar con alegría toda injusticia.
Quien ora por los que le ofenden atemoriza a los demonios. El que, al contrario, discute con los primeros, cae herido por los segundos.
Es preferible que nos insulten los hombres, a que lo hagan los demonios. Y aquel que es agradable a Dios vence tanto a los unos como a los otros.
Todo bien proviene del Señor, siguiendo un determinado orden. Ese mismo bien se aparta silenciosamente de los desagradecidos, los descontentos y los perezosos.
Todo pecado termina en un placer prohibido, así como toda virtud, en un consuelo espiritual. Si quien manda es lo primero, trae consigo todo lo que es suyo. Pero si quien domina es la virtud, trae consigo todo lo que se le asemeja.
La ofensa de los hombres produce tristeza en el corazón, pero se convierte en motivo de purificación para quien la sufre.
(Traducido de: Marcu Ascetul, Despre legea duhovnicească, în Filocalia I, traducere din greceşte, introduceri şi note de pr. prof. dr. Dumitru Stăniloae, Editura Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucureşti, 2008, p. 273-274)