Esta vida es solo la antesala de la eternidad
Piensa todo el tiempo en la vida eterna, esa que no se termina jamás, porque, si la comparas con lo efímero de tu paso por este mundo, verás que mil años aquí son como un segundo en la eternidad.
Del mismo modo en que el soldado que monta guardia es capaz de soportar el frío y el rigor de la noche, sin pensar en lo que sufre, sino esperando que amanezca, para volver al cuartel y descansar a gusto, también tú, hermano, aprende a soportar los sacrificios y las penurias de esta vida, sabiendo que son cosas pasajeras y que pronto volverás a tu Patria celestial. Este solo pensamiento puede llenarte de paz y felicidad; así, grábatelo en la mente, para que puedas recordarlo siempre. Piensa todo el tiempo en la vida eterna, esa que no se termina jamás, porque, si la comparas con lo efímero de tu paso por este mundo, verás que mil años aquí son como un segundo en la eternidad.
Esto fue lo que hizo el Apóstol, para sentir alegría y consuelo en sus aflicciones, acordándose de su indignidad, para poder llegar a la Patria celestial, como escribió en su Carta a los Corintios: “ "Estamos acosados por todas partes, pero no derrotados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; desechados, pero no aniquilados”, etc. Es decir que, aun entre tanto sufrimiento y tribulación, el Señor está siempre con nosotros. Nos esforzamos, pero no desfallecemos ni morimos, porque nuestro sufrimiento es pasajero, y su provecho, eterno. Así pues, si eres un viajero, no te angusties, pero tampoco caigas en la dejadez, sabiendo que en el camino hallarás desventuras, sí, pero te diriges a tu Patria.
(Traducido de: Agapie Criteanu, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, p. 271)