Esto es lo que necesita mi corazón
Si la semilla, después de sembrada, necesita el calor del sol y el agua de la lluvia para fructificar, también la palabra de Dios, después de ser escuchada, para no quedar sin frutos, necesita la Gracia Divina, que le calienta e hidrata.
Aunque la tierra donde se siembra la semilla sea fértil, esta no podrá dar frutos si no recibe el efecto del calor del sol y la humedad de la lluvia. Del mismo modo, un buen corazón, en el cual cae la semilla de la palabra divina, no podrá dar frutos si no es calentado por el calor de la Gracia. En palabras más simples, si la semilla, después de sembrada, necesita el calor del sol y el agua de la lluvia para fructificar, también la palabra de Dios, después de ser escuchada, para no quedar sin frutos, necesita la Gracia Divina, que le calienta e hidrata.
Por eso es que dice David: “Corro por el camino de Tus mandamientos, ahí me ensanchas el corazón” (Salmos 118, 32). Entonces, tenemos que pedirle con insistencia al Señor que caliente e hidrate nuestros corazones, con la acción amorosa de Su Gracia. Todos necesitamos la Gracia de Dios a cada hora, a cada instante. Sin ella, como niños pequeños que aún no pueden ponerse de pie, yaceremos en la tierra. “Irán conmigo la dicha y Tu piedad mientras dure mi vida” (Salmos 22, 6).
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească, din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, pp. 91-92)