¡Habla como puedas, pero hazlo siempre!
Cualquier oración es buena, si la haces con temor a Dios y con atención. Estés en casa, caminando, en tu habitación, trabajando, labrando... en donde quiera que te encuentres, eleva tu mente a Dios. ¡Habla como puedas, pero hazlo siempre! Al que ora con frecuencia, la misma oración le hace el más grande maestro en la materia.
Cuando te levantes por la mañana, lo primero que debes hacer es orar. Lávate la cara con agua fría para que desaparezca el sueño, haz tres inclinaciones frente a los santos íconos, y empieza con las oraciones iniciales: "¡Gloria a Tí, Dios nuestro, Gloria a Tí!”, tres veces.
Luego, “Oh, Dios, Rey celestial...”, “Santo Dios, Santo Fuerte...”, “Santísima Trinidad...”, el “Padre Nuestro”, el “Credo”, el Salmo 50 y todas las demás.
La oración es la madre y reina de todas las buenas obras, trayendo a nuestra alma el amor a Dios y al prójimo. Ella une y “pega” el hombre a Dios y lo hace un solo espíritu con Él.
Cualquier oración es buena, si la haces con temor a Dios y con atención. Estés en casa, caminando, en tu habitación, trabajando, labrando... en donde quiera que te encuentres, eleva tu mente a Dios. ¡Habla como puedas, pero hazlo siempre! Al que ora con frecuencia, la misma oración le hace el más grande maestro en la materia.
(Traducido de: Ne vorbeşte Părintele Cleopa, vol 8, Editura Episcopiei Romanului, p. 68)