¿Hablar o callar?
No olvides, hermano, que los escollos, bancos y encalladeros de tu vida espiritual son las palabras vulgares e impías, las mentiras, las lisonjas y las expresiones vacías, especialmente cuando tienen como propósito encomiarte u ofender a tu semejante.
En cuanto a la lengua, se sabe, por experiencia, que la muerte y la vida dependen del manejo que hagamos de este órgano, y que de ella provienen todos los males y bienes de nuestra vida. Esto también lo sostiene el Apóstol Santiago, quien dice: “Metemos el freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan y podamos así dirigir todo su cuerpo. Lo mismo pasa con las naves, que, aun siendo tan grandes y azotadas por vientos impetuosos, son dirigidas por un pequeño timón, según la voluntad del piloto. Así tambié, la lengua es un pequeño miembro que se atreve a grandes cosas”.
Cada vez que hables, tienes que pensar en tres cosas: ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo? y ¿Por qué?
En lo que respecta a lo primero, con cada palabra que pronuncies, aprende a respetar el mandato de Pablo, quien dijo: “Que de vuestra boca no salga ninguna palabra inapropiada, sino solamente aquello que sea bueno y provechoso para edificar a quienes os escuchen”. Así pues, tal como los navegantes más experimentados llevan consigo un mapa donde tienen marcados todos los sitios que representan un peligro para la embarcación, con tal de viajar seguros, también el siervo de Dios debe cuidarse de pronunciar toda palabra vulgar y maliciosa, para no verse en peligro de morir espiritualmente. No olvides, hermano, que los escollos, bancos y encalladeros de tu vida espiritual son las palabras vulgares e impías, las mentiras, las lisonjas y las expresiones vacías, especialmente cuando tienen como propósito encomiarte u ofender a tu semejante. Evita, entonces, las murmuraciones y los halagos, que son dos males en los que cae la mayoría de personas. Del mismo modo, guárdate para ti el secreto que te ha confiado tu hermano y no se lo digas a nadie, aunque en ello te vaya la vida.
En relación con la forma y el tiempo de hablar, tienes que hacerlo solamente cuando sea necesario, porque, según el Libro de Sabiduría, la palabra no es juciosa cuando no es pronunciada en su debido momento. Ten siempre presente el propósito de lo que dices, de manera que tus pensamientos sean buenos y agradables a Dios, porque hay quienes hablan solamente para que ser tomados como sabios, y otros para evidenciar su inteligencia. Lo primero es falsedad, y lo segundo, vanidad. Por eso, tenemos que procurar no limitarnos a enunciar buenas palabras, sino también darles propósito, buscando siempre, con la mente pura, la gloria divina y el provecho de nuesro semejante. Debemos tener en cuenta todo esto al hablar. Y, ya que es muy difícil respetar íntegramente cada uno de estos consejos, lo más recomendable es refugiarnos en el puerto del silencio, porque, aun siendo un inculto, si callas, serás considerado un hombre sensato.
(Traducido de: Agapie Criteanu, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, pp. 301-302)