Palabras de espiritualidad

Hablemos con nuestra alma cada mañana y cada noche

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Aunque las virtudes son llamadas “espirituales”, por medio de ellas sufre y se refuerza también el cuerpo. Las pasiones, sin embargo, son de otra naturaleza: algunas se llaman “espirituales”, porque ocupan sólo al alma, quien incluso llega a amarlas; otras se llaman “carnales”, porque con ellas se ensucia y se hincha tan sólo el cuerpo. En otras palabras, tanto las primeras como las segundas hacen que el cuerpo y el alma no se sientan entre sí.

Cada noche debemos analizar la forma en que hemos vivido el día que termina y cada mañana debemos preguntarnos cómo pasamos la noche. Y esto no debemos hacerlo sólo de forma ocasional, sino permanentemente. Debemos estar siempre atentos y pensar en las virtudes y pecados, recordando en qué etapa de nuestra vida nos hallamos: al principio, a la mitad o al final de ella. ¿Merecemos, acaso, alguna recompensa por nuestras acciones, o estamos trabajando para no recibir compensación? Cuando pequemos, llenemos nuestra debilidad con lágrimas de arrepentimiento.

Y sucede que no avanzamos y nos quedamos pobres de la gracia, debido a que no sabemos en qué consiste el principio, el medio y la plenitud de las virtudes, por qué éstas se marchitan y que su adversario es el mismo orgullo. Ignorando todo esto, en vano nos esforzamos.

Aunque las virtudes son llamadas “espirituales”, por medio de ellas sufre y se refuerza también el cuerpo. Las pasiones, sin embargo, son de otra naturaleza: algunas se llaman “espirituales”, porque ocupan sólo al alma, quien incluso llega a amarlas; otras se llaman “carnales”, porque con ellas se ensucia y se hincha tan sólo el cuerpo. En otras palabras, tanto las primeras como las segundas hacen que el cuerpo y el alma no se sientan entre sí.

(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Velicikovski de la Neamţ, Crinii țarinei sau Flori preafrumoase adunate pe scurt din Dumnezeiasca Scriptură, Editura Bisericii Ortodoxe din Moldova, Orhei, 1995, p. 20)