Palabras de espiritualidad

Hacernos instrumentos del amor de Dios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

También ha sucedido que he estado aquí, y, con todo, no he podido ayudar a quien me necesitaba. Pero ¡si no era yo, Dios habría enviado a alguien más para ayudar a esa persona!

Viene a buscarme alguien, hablamos sobre el problema que le preocupa y encontramos una solución. Si pienso: “¡Qué bueno que estaba aquí para ayudarle!”, ¡cuidado!, ¡qué caída! (es decir, para mí). Porque también ha sucedido que he estado aquí, y, con todo, no he podido ayudar a quien me necesitaba. Pero ¡si no era yo, Dios habría enviado a alguien más para ayudar a esa persona! Porque el Señor dice: “¡Puedo levantar hijos de Abraham de las mismas piedras!”.

Tristemente, ese es el estado de las cosas. El hombre se envanece en su corazón. “¡Yo le ayudé! ¡Fui yo! ¡Yo le ayudé!”. Pero ¿quién eres tú? ¿Quién?

Una cosa más… Cuando alguien te haga el bien, dile:

—Verdaderamente eres bendecido. Ambos tenemos que agradecerle a Dios por haberte ofrecido la oportunidad de hacer esto. De lo contrario, Él habría enviado a alguien más en tu lugar.

(Traducido de: Maica Gavrilia. Asceta iubirii, Editura Episcopiei Giurgiului, Giurgiu, 2014, pp. 452-453)