Palabras de espiritualidad

Hacernos mártires y testigos de la fe correcta

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Quien sirve a los desenfrenos y se regocija con ellos, es que ha renunciado a Cristo y adora ídolos, y en su interior mora únicamente la despreciable dulzura de lo carnal.

Dijo el abbá Atanasio:

«Muchas veces, algunos de ustedes dicen: “¿En dónde están ahora las persecuciones y los suplicios?”. Actualmente, en vez de persecuciones y tormentos, tu misma conciencia te insta a morir por tus pecados, despreciando y sometiendo tu cuerpo terrenal, y así es como puedes llegar a ser un mártir voluntariamente. Tiempo atrás, la lucha era contra emperadores y gobernantes. Hoy, tu enemigo es el demonio, el rey del pecado, y sus delegados, los demonios. Antiguamente, ponían ante los mártires altares y sacrificios dedicados al astuto maligno. Pero debes saber que también hoy tenemos altares, ofrendas e ídolos en el alma: el altar es la gula, las ofrendas son los deleites que nos atraen, y los ídolos están en el espíritu de los apetitos. Porque quien sirve a los desenfrenos y se regocija con ellos, es que ha renunciado a Cristo y adora ídolos, y en su interior mora únicamente la despreciable dulzura de lo carnal.

Por otra parte, si alguien se deja vencer por la ira y el enojo, si no logra renunciar a esas pasiones, está negando a Jesús, para hacerse un ídolo de la ira, que es señal de turbación. Asimismo, el avaricioso que se muestra inclemente con su hermano y no se apiada de su semejante, ha renunciado a Jesús y sirve a los ídolos, porque honra más lo creado que a su Creador, sabiendo que la avaricia es la raíz de todos los males.

Luego, si logras refrenarte de estas tres cosas, te estarás librando del salvajismo de las pasiones, venciendo a sus ídolos y renunciando a esa perniciosa forma de vida, para convertirte en un mártir que da testimonio de la fe correcta».

(Traducido de: IPS Pimen, Arhiepiscop al Sucevei și Rădăuților, Din cuvintele duhovnicești ale Sfinților Părinți, Editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rădăuților, Suceava, 2003, pp. 239-240)