Haciendo humilde nuestro “yo”
Agradece que puedes ver tus propios pecados, porque de esto brota la humildad, aún en ínfima medida. Lo mismo ocurre con nuestros defectos y pasiones: humillan nuestro “yo”.
«Te respondo brevemente a la carta que me enviaste:
Me cuentas que han pasado ya veinticinco años desde que comenzaste a escuchar la Palabra de Dios, pero aún no observas ningún beneficio en ti. Pero ¿qué clase de beneficios te hacen falta? ¿Quieres verte ya santo y perfecto en todo?
Asi no funcionan las cosas en la vida espiritual. Agradece que puedes ver tus propios pecados, porque de esto brota la humildad, aún en ínfima medida. Lo mismo ocurre con nuestros defectos y pasiones: humillan nuestro “yo”. Recuerdo que ya te he escrito antes algunas cosas sobre este tema.
Me alegra saber que tanto tú como R. quieran dedicarse a la oración. ¡Que el Señor les ilumine! Debes saber que todas las acciones virtuosas, así como las discusiones espirituales, las lecturas que enaltecen el alma y la aceptación de las ofensas, son también ya una forma de oración.
¡Que el Señor, en Su misericordia, les ayude a empezar bien!».
(Traducido de: Cuviosul Ioan de la Valaam – Fericirile, Editura Anastasia, pag. 178-179)