Palabras de espiritualidad

Hagámonos el bien mutuamente, tanto en esta vida como después de morir

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

    Foto: Bogdan Zamfirescu

Feliz de quien nunca perdió la esperanza. Pero más dichoso es el que luchó por sí mismo y por su semejente, porque socorrer al prójimo es algo que agrada muchísimo más a nuestro Piadosísimo Dios. 

Aún estamos en el tiempo del afán, del esfuerzo, del cambio, de la lucha. Y feliz de quien nunca perdió la esperanza. Pero más dichoso es el que luchó por sí mismo y por su semejente, porque socorrer al prójimo es algo que agrada muchísimo más a nuestro Piadosísimo Dios. Esto es lo que Él quiere y busca, que nos ayudemos recíprocamente, tanto en esta vida como después de morir. Si esto no le agradara, no habría dispuesto que recordemos a nuestros difuntos en la Divina Liturgia y que oficiáramos servicios en su memoria (llamados “parastas”, del griego “parástasis”, estar al lado, mediar. N. del T. ), a los tres, nueve, cuarenta días y un año después del deceso, así como lo acepta la Iglesia y lo practica el pueblo devoto.

Es decir, si esta fuera una costumbre inútil, de alguna manera se le hubiera revelado a alguno de los santos, patriarcas, sacerdotes y preceptores, para detener tal engaño. Sin embargo, ninguno de ellos intentó jamás terminar con los oficios de difuntos. Al contrario, todos los aprobaron y, así, esta práctica continúa hasta nuestros días, con mayor riqueza.

(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 364-365)