Hagamos un lugar para el amor de Dios en nosotros
Nosotros no añoramos tanto a Dios, como Él nos añora a nosotros. El amor de Dios nos calienta, nos hace arder.
El pensamiento es el “anillo” de Dios, que Él Mismo puso en nosotros y al cual sujeta Su misericordia y nos atrae hacia Sí. Dios nos abarcaría por completo y nos vestiría con Su luz, pero no encuentra en nosotros un lugar suficientemente puro del cual asirnos, a excepción de ese “anillo”, ese enlace. Nosotros no añoramos tanto a Dios, como Él nos añora a nosotros. El amor de Dios nos calienta, nos hace arder. Mientras persistamos en nuestras faltas, el amor de Dios no será un fuego que quema en nosotros, pero, si renunciamos a nuestros pecados, ese amor se hará felicidad, paz y luz divina. El amor arde lo malo. ¡Bendito el que lo tenga!
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Rostul încercărilor, Editura Pelerinul, Iași, 2008, p. 72)