Desde siempre, los hombres se han quejado por las enfermedades que enfrentan y los infortunios que los acechan, Casi todos se lamentan, también, de sus condiciones de vida. Esto es algo que no debe sorprendernos.

La vida presente no es más que la preparación para la que habrá de venir. Tal como sea nuestra vida presente, así será también nuestra recompensa en la vida futura, feliz o infeliz.

Todos los cristianos, especialmente los ortodoxos, deseamos obtener una feliz recompensa en la vida eterna. No obstante, para que esto suceda, es necesario que soportemos pacientemente distintos sufrimientos y enfermedades, de acuerdo con lo que dice la Palabra de Dios: “con mucho sufrimiento se debe entrar al Reino de los Cielos”.

Los hombres se dividen en justos y pecadores, pero ni unos ni otros están libres de distintos sufrimientos o enfermedades, como aparece en los Salmos: “Muchos sufrimientos a los justos, muchas heridas a los pecadores”.

San David exhorta a los primeros a no perder el valor, asegurándoles que el Señor los librará de todo sufrimiento, y a los segundos, es decir, a los pecadores, los llama a no desesperar… si el pecador corre con fe y esperanza al Señor, recibirá misericordia y el perdón de sus pecados

(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Sfaturi pentru familia creștină, Editura Platytera, p. 123)