¿Hay alguien sensato que se jacte de haber sido librado de un peligro?
Quien se envanece y se pavonea con orgullo, se asemeja casi totalmente a los demonios.
¿Si nos levantamos, es posible que caigamos en el orgullo por haberlo logrado?
—¡No te envanezcas! El orgullo viene algunas veces, sí, pero esto no significa que debamos estar metidos en una fosa, enterrados por nuestras pasiones, porque “si me levanto viene el orgullo”. Me levanto, y quizá no venga, y si viene, lo aparto. “¡Perdóname, Señor!”. ¿Pero es que hay alguien que se envanezca, por ejemplo, después de haberse salvado de morir ahogado? Lo único que hay que decir es: “¡Te agradezco, Señor, por haberme salvado!”. No dices: “¡Señor, me he salvado a mí mismo!”. ¿Es posible jactarse de esa manera? Yo creo que el orgullo no siempre viene, y si lo hace, pues lo apartas y sigues luchando. No es bueno renunciar a la virtud por temor al orgullo. ¡Pero tampoco hay que olvidar que, si permitimos que entre el orgullo, podríamos perder todo! Es mejor decir: “¿Es posible, Señor, que pierda todos los frutos de la virtud si me enorgullezco ahora? ¡Entonces, mejor no me envanezco!”. Es un gran peligro. Es algo que te atrofia, te impide moverte. Es la más insufrible de las pasiones de este mundo, cuyo origen está en el maligno, porque, quien se envanece y se pavonea con orgullo, se asemeja casi totalmente a los demonios.
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ed. a 2-a, vol. 3, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, pp. 133-134)