¿Hay paz en el alma del hombre moderno?
Si no hay paz en el alma de los hombres, tampoco la hay afuera, en el mundo.
¿Hay paz en el alma del hombre moderno? ¡Todo el mundo sabe que no! El hombre de hoy es neurasténico, ansioso, perturbado, no tiene paz interior. La busca por todas partes, pero no la encuentra. El turismo, los deportes, las drogas, etc., no son sino expresiones de esa vana búsqueda. Y no la encuentra, porque no la busca donde debería. La busca en el deseo de acumular dinero, placeres, honor. Pero la riqueza, el honor y los placeres viciosos no son frutos del Espíritu Santo, sino del otro espíritu, el de este mundo, un espiritu de desasosiego, demoníaco. Si no hay paz en el alma de los hombres, tampoco la hay afuera, en el mundo. ¿Cómo podría el espíritu del maligno dar frutos del Espíritu Santo?
La Santa Escritura nos dice que, al principio, el Espíritu Santo, el Espíritu creador de vida, flotaba sobre las aguas (Génesis 1, 2). ¿Es posible que el Espíritu de Dios, dador de vida y paz, sea el espíritu del mundo de hoy? El mundo moderno está lleno, pero de otro espíritu: el espíritu de la muerte, de las nubes radioactivas, del humo contaminante, de todo eso que crea y sigue creando el hombre en su frenesí. ¿Y cuáles son los frutos de ese espíritu? Guerras interminables entre pueblos, fábricas de armas que trabajan ininterrumpidamente, doctrinas políticas que rechazan a Dios, que cultivan el odio entre los hombres y que legitiman los peores pecados. Entonces, ¿cómo podría dar frutos de paz ese terrible arsenal de odio, de enemistad, de podredumbre, de pecado?
Aún así, nuestra Iglesia sigue orando, cada dia y cada noche, por la paz del mundo entero.
(Traducido de: Ieromonah Petroniu Tănase, Chemarea Sfintei Ortodoxii, Editura Bizantină, București, 2006, pp. 148-149)