¡Hay tantos motivos para agradecer y ser felices!
Infelizmente para nosotros, todavía no logramos —o lo hacemos demasiado tarde— crecer tanto en Cristo, de manera que Él sea nuestra paz, una paz que se transmite a los demas.
¿Es posible que la agitación que tengo en el alma termine afectando mi relación con los demás? Si hay algo que me preocupa o si me siento confundido, ¿esto afecta mi relación con mis seres cercanos? ¿Cómo librarme de esa agitación o tristeza, sin afectar a otros?
—El problema del hombre moderno, es decir, nuestro problema, es que nos preocupan demasiado nuestras tristezas y muy poco nuestros sosiegos. Es como si a todos nos gustara enfadarnos a cualquier precio. Cualquier cosa nos enciende: que si la puerta se cerró demasiado pronto, que si alguien pasó corriendo a mi lado, que si mi compañero de lugar dejó escapar un estornudo, que si no sé quién me no me sonrió cuando yo lo esperaba, o me sonrió cuando yo no lo esperaba...
Desde luego que, si nos ponemos a buscar y rebuscar motivos para apesadumbrarnos, en relación con nuestra vida cotidiana, encontraremos un sinfín de razones para sentirnos tristes o enfadados, y muy pocas para estar en paz o contentos. Lo que quiero decir es que, infelizmente para nosotros, todavía no logramos —o lo hacemos demasiado tarde— crecer tanto en Cristo, de manera que Él sea nuestra paz, una paz que se transmite a los demas. (...)
Sam Juan Crisóstomo tiene una homilía referente al Domingo de Pascua, en los Maitines de la Resurrección, una prédica que, usualmente, porque ocupa una página y media del libro de la Liturgia… a veces nos la saltamos. Sí, a veces la omitimos. Pero su esencia es muy importante, y sería bueno que todos la leyéramos. ¿Qué dice San Juan Crisóstomo? Enumera los motivos por los cuales tendríamos que sentirnos agradecidos y llenos de felicidad… Alegraos por esto, por esto otro… Y dice: “¡Alegraos todos, porque del sepulcro brotó el perdón!”. Porque lo que Cristo trajo a las almas de Sus apóstoles fue el estremecimiento de Su perdón.
(Traducido de: Părintele Constantin Necula, Creștinism de vacanță, Editura Agnos, Sibiu, 2011, pp. 25-27)