He aquí que el día ya se ha ido y nos acercamos a la noche
No busques primero lo terrenal; al contrario, esfuérzate y desea el Reino de los Cielos- Luego podrás ocuparte de las cosas de este mundo, como dice la Palabra del Señor.
Si cada día pudieras ver la muerte frente a tí, no pecarías.
Si consiguieras liberarte de las cosas de este mundo, que son efímeras, podrías, como un valiente soldado, conseguir la victoria. Porque las cosas de este mundo nos tiran hacia abajo y también los vicios nos ciegan los ojos del corazón, mientras libramos nuestra lucha espiritual. Esa es la razón por la cual el maligno lucha en contra nuestra, y nos vence, porque estamos llenos de lo de este mundo y nos sometemos a los vicios de las preocupaciones mundanas. Y es que, ciertamente, todos amamos las cosas de este mundo, hermanos, aunque algunos luchen por liberar su mente. Pero hay otros que no. Y es así como nuestra mente nos deja y se dispersa en el mundo, debido a nuestra propia dejadez.
He aquí que el día se termina y nos acercamos a la noche, pero nosotros, amados míos, en nuestra falta de fe, consideramos que todavía es temprano. He aquí que a la puerta está el Reino de los Cielos, brillando, pero no nos interesa. Algunas veces han aparecido esas señales de las que el Señor nos habló: hambruna, peste, terremotos, pánico y guerras. Pero a nosotros todo eso nos parece un sueño. No nos asusta escuchar hablar de ello, ni siquiera el verlo. El problema es que la siega se acerca y nuestra vida llegará a su final. Los ángeles ya tienen listo el segur, esperan, tan sólo, la orden de empezar.
Preocupémonos, amados. Estamos ya en la undécima hora del día... y el camino es largo. Preparémonos, estemos listos en la habitación. Vigilemos y no nos preocupemos por descansar. No sabemos en qué momento vendrá el Soberano. Librémonos del peso de las cosas de este mundo. “Que nada de este mundo te aflija”, dijo el Señor. Él nos ordenó amar a todos. Pero nosotros, al contrario, hemos alejado el amor. No se encuentra ya, en este mundo, el amor perfecto por los demás y por Dios, porque todos lo despreciaron. Todos lo odiaron. Actualmente vivimos bajo el dominio de la envidia. El caos se ha multiplicado, las injusticias han alcanzado a todos. Cada persona busca sólo las cosas del mundo, difamando las del Cielo. Todos desean sólo lo que es pasajero, efímero, y nadie espera ya lo que habrá de venir. ¿Quieres ser una persona espiritual? Aprende a liberarte de lo terrenal. No busques primero lo terrenal, sino que, esfuérzate y desea el Reino de los Cielos; luego podrás ocuparte de las cosas de este mundo, como dice la Palabra del Señor.
(Traducido de: Proloagele, volumul 1, Editura Bunavestire, p. 334)