Hermano, aférrate a la fe correcta
No es gran cosa poner los cimientos, sino terminar la edificación: mientras más se eleva la construcción, mucho más esfuerzo hace el que en ella trabaja, hasta finalizarla por completo.
«Amado hijo, por la Gracia de Dios eres cristiano. Luego, respeta los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo y te salvarás, porque está escrito: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace diferencia de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato.”(Hechos 10, 34-35). Por eso, ya que deseas venir a la vida monástica para alcanzar las virtudes más altas, si no empiezas a pensar desde ya que has partido de esta vida y a considerar al mundo y su gloria un bohío quemado, no podrás vencer las pasiones terrenales y los apetitos del mundo, que llevan a los hombres a la muerte y la perdición. Porque no mentía Aquel que dijo: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. Les digo: el que quiera salvarse a sí mismo se perderá, y el que pierda su vida por causa mía, se salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde o se disminuye a sí mismo?” (Lucas 9, 23-25). Porque no es gran cosa poner los cimientos, sino terminar la edificación: mientras más se eleva la construcción, mucho más esfuerzo hace el que en ella trabaja, hasta finalizarla por completo. Escuchemos aquel llamado redentor que dice: “¿Quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: Este comenzó a edificar y no pudo terminar” (Lucas 14, 28-30)».
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte şi învăţături vol. 2, Editura Bunavestire, Bacău, 2008, p. 93)