“Hijo, dile a tu madre solamente esto: ¡Nectario!”
La doctora entendió que fue el santo quien salvó a su hijo de la muerte, y desde ese momento su vida espiritual cambió para siempre.
«Voy a relatar un gran milagro de San Nectario. Una conocida mía cayó enferma y tuvo que ser internada en el hospital de (la ciudad de) Iași. Cada día, con gran devoción, solía leer el Acatisto a San Nectario. Una tarde de esas, le dijo a la doctora encargada de esa sección del hospital: “Le ruego que lea este librrito… ¡ya verá qué hermoso es!”. Pero esta ni siquiera miró lo que le tendía la anciana, y se limitó a decirle que no tenía tiempo. Pero, cada vez que venía a ese pabellón a verificar el estado de los pacientes, la anciana le repetía la misma invitación. Un día, cansada de los ruegos de la paciente, la doctora tomó el librito, pero, al llegar a su despacho, lo arrojó sobre la mesa, olvidándose completamente de él. Luego de algunos días, aprovechando que tenía un pequeño descanso, la doctora pensó: “¿Qué tendrá de especial este librito, para que la anciana me haya insistido tanto…?”.
En el mismo momento en que terminó de leer el Acatisto a San Nectario, el teléfono de su escritorio empezó a sonar. Levantó el auricular, y una voz desconocida le informó que su único hijo había sufrido un grave accidente en Bucarest. Angustiada, la doctora partió inmediatamente hacia la capital del país. Al llegar al hospital, encontró a su hijo consciente y vendado por todas partes. Parece que el accidente había sido una cosa terrible, porque el vehículo se desintegró casi por completo. El muchacho le pidió al médico de urgencias que lo dejara a solas con su mamá.
La doctora se sentó al lado de su hijo, y le preguntó: “¿Qué querías decirme, hijito?”, y el joven le respondió: “Mamá, cuando el auto terminó de volcar sobre el asfalto, vi que apareció un anciano de barba blanca, y me dijo: ‘Hijo, dile a tu mamá solamente esto: ¡Nectario!’”. “¿Acaso sabes a qué se refería?”. La doctora entendió que fue el santo quien salvó a su hijo de la muerte, y desde ese momento su vida espiritual cambió para siempre.
Por favor, queridos hermanos, no olviden esto: ¡nada es posible sin oración! ¡Que Dios nos ayude a todos en nuestras aflicciones y enfermedades! Espero que este relato, que proviene de un hecho real, ayude a muchos a volver al buen camino. A mí me lo contó el padre Atanasio, del Monasterio Bujoreni, quien lo escuchó de labios de la doctora. ¡Que Dios esté con todos nosotros!
(Liliana)»,
(Traducido de: Sfântul Nectarie, vindecări miraculoase, Ediție îngrijită de Ciprian Voicilă, Editura Areopag, București, 2012, pp. 118-119)