Palabras de espiritualidad

¿Huir de las tentaciones o enfrentarlas?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Con un poco de esmero, con mucha humildad y suficiente confianza en Dios, cualquiera puede avanzar de manera inconmensurable.

Dios permite (que nos sobrevengan) las tentaciones apropiadas para nuestra vida espiritual. Algunas veces permite que cometamos algún error, como algún descuido, para que la próxima seamos más precavidos y evitemos o preveamos un mal grande que nos podría provocar el demonio. Otras veces deja que el maligno nos tiente, para probarnos. Es decir que somos sometidos a un examen y, en vez de mal, el demonio nos hace el bien. El anciano Filareto decía: “Hijo, hoy no enfrenté ninguna tentación... ¡Dios me ha abandonado!. Quería luchar cada día con las tentaciones, para poder ser coronado por Cristo. Un cristiano fuerte, como el anciano Filareto, no evita las tentaciones, sino que le dice a Cristo: “Envíame, Cristo mío, las tentaciones, y concédeme el coraje necesario para luchar contra ellas”. Sin embargo, uno que es débil dirá: “¡No permitas, Cristo mío, que sea tentado!”. Y no nos deja caer en tentación...

Nosotros, sin embargo, cuando tenemos alguna tentación, solemos decir: “Pero, es que también yo soy humano.... ¡Ya no puedo soportarlo!”, cuando deberíamos decir: “No soy digno de llamarme humano. Soy un ser perverso. ¡Dios mío, ayúdame a ser humano!”. No estoy diciendo que debamos correr a buscar las tentaciones, sino que, cuando vengan, sepamos enfrentarlas con paciencia y oración.

Cada vez que aparezca el invierno espiritual, esperemos pacientemente a que venga la primavera. Las más grandes tentaciones suelen durar sólo un instante y, si logramos salvarlas, las legiones de demonios pasan y nos dejan en paz. Mas, cuando el hombre se une a Dios, deja de tener tentaciones. ¿Puede el demonio hacerle mal a un ángel? No, porque se quema.

La vida espiritual es simple y sencilla. Nosotros somos quienes la hacemos difícil, porque no nos esforzamos correctamente. Con un poco de esmero, con mucha humildad y suficiente confianza en Dios, cualquiera puede avanzar de manera inconmensurable. Porque, en donde hay humildad, el demonio no tiene lugar. Y en donde no está el demonio, es normal que tampoco haya tentaciones.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Nevoință duhovnicească, III, Editura Evanghelismos, p.131-132)