Palabras de espiritualidad

¡Joven, elige ser feliz!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Entra en comunión interior con Dios, por medio de la oración, por medio del deseo de tu corazón, por medio del amor... y Él te anunciará Su voluntad en tu corazón y en tu conciencia, señalando el camino que debes seguir en la vida. No le entregues tu libertad a nadie, porque sólo tú respondes por ella. Y en los momentos difíciles, llama desde tu corazón al único consejero infalible, a tu Señor y Dios, y Él te instruirá, mostrándote qué debes hacer y a quién acercarte.

Después de orar con ustedes, quisiera dejarles un consejo adecuado para su formación.

En cuestiones de educación, lo más complicado es orientar la libertad humana. Muchas veces, sobre todo en estos tiempos, sucede que los maestros no consiguen hacer frente a esta tarea. Y, posteriormente, se extravían hasta esos jóvenes que han recibido formación, pero que son incapaces de administrar su libertad. Evidentemente, la parte principal de este asunto le corresponde a los educandos; ¿qué puede hacer un formador por el bien de uno que tiene la libertad de no recibirlo? Así pues, ¿cuáles de las condiciones para que su libertad se desarrolle —esa libertad de la cual depende nuestra vida en este mundo y la eterna—, nos conciernen a nosotros?

En primer lugar, se les pide su atención y el respeto debido para con esa libertad, que es un don valioso dado por Dios, don del cual sólo el hombre puede gozar y del que no puede abusar sin ser castigado por ello. Así las cosas, eviten tomar decisiones precipitadas en esos aspectos que usualmente llevan a la juventud a pecar; aprendan a sopesar con madurez cada paso que den. Exclamando frente al pueblo de Israel la Ley de Dios, antes de entrar en la tierra prometida, Moisés dijo “Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30, 19). Elige, pues, reflexionar; estudia los caminos que yacen frente a tus elecciones y dirígete a lo que te conduzca a la vida, no a la muerte.

Si ya es difícil para el hombre maduro elegir correctamente en cada caso, en mayor medida lo es para el joven. El Señor, Quien le dio al hombre su libertad al crearlo y lo rehizo después de su caída, nos ha demostrado, sin embargo, el camino de la vida con la forma de una norma, de un principio general, a partir del cual debemos resolver cada situación de nuestra vida. ¿En qué consta esa ley? “Amarás a Dios, escuchando su voz, viviendo unido a Él; pues en eso está tu vida, así como la prolongación de tus días mientras habites en la tierra”, como dice Moisés en la continuación del texto bíblico citado más arriba.

Entonces, la segunda condición para orientar correctamente nuestra libertad, es establecer con cuidado si la decisión que hemos tomado concuerda con la voluntad de Dios. Pero debido a que no podemos encontrar indicaciones específicas para caso concreto de nuestra vida, en la Ley de Dios, Moisés agrega: “viviendo unido a Él”. Con esto se refiere a la comunión interior con Dios por medio de la oración, por medio del deseo de tu corazón, por medio del amor... y así Él te anunciará Su voluntad en tu corazón y en tu conciencia, señalando el camino que debes seguir en la vida.

Cuídate, oh joven, de dejarte llevar por los movimientos y los ruidosos arranques que son usuales entre algunos de tus camaradas de vida, los que, sin importar quiénes sean, son igual de inexpertos que tú. No le entregues tu libertad a nadie, porque sólo tú respondes por ella. Y en los momentos difíciles, llama desde tu corazón al único consejero infalible, a tu Señor y Dios, y Él te instruirá, mostrándote qué debes hacer y a quién acercarte.

Sólo este movimiento del alma hacia la comunión con Dios liberará inmediatamente tu corazón y tu imaginación del engaño, y a tu razón la protegerá de caer en cualquier pasión. Todas las fuerzas de tu alma volverán bajo tu dominio y serás capaz de dirigirlas a donde es debido.

(Viaţa de familie, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2009, pp. 67-70)