Palabras de espiritualidad

La actitud a asumir cuando hemos discutido con algún pariente

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

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Todos los Santos Padres señalaron —al unísono— que la única forma de vencer las tentaciones es con paciencia y humildad.

Me cuentas de tu inesperado desencuentro con tu hermana. En la Escritura dice: “hasta mis parientes se han alejado de mí” (Salmos 37,12). Así —incluso fuera de la Escritura—, la vida nos demuestra que el orgullo herido aparta incluso a los seres más cercanos.

¿Qué puedes hacer? Todos tenemos esa misma debilidad, el deseo de tener siempre la razón, aunque con esto ofendamos a los demás. Y, alimentando ese vicio, nos hacemos culpables ante Dios, porque dice San Isaac el Sirio que en la ley evangélica la auto-justificación no está permitida, ya que se nos enseña que, “Si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra.” (Mateo 5, 39).

Basándose en la ley evangélica, todos los Santos Padres señalaron —al unísono— que la única forma de vencer las tentaciones es con paciencia y humildad.

Así pues, humíllate y sé paciente, para encontrar sosiego en tu alma, de acuerdo a lo que nos recomienda nuestro Señor: aprendan de Mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso (Mateo 11, 29). Además, recuerda lo que recomendaba el padre A., cuya memoria sea eterna: «Mientras nos hallemos en este mundo, no podremos escapar de las aflicciones; aunque supiéramos volar hasta las nubes, tampoco allí nos libraríamos del dolor, porque nos dice el mismo Señor “en este mundo tendrán aflicciones; pero atrévanse, porque Yo vencí al mundo” (Juan 16, 33)»,

Estas palabras te enseñan a no perder la esperanza ante las tribulaciones, sino que debes esperar siempre el auxilio de Dios, mismo que debes pedir sin cesar.

Escucha lo que dice también San Barsanufio el Grande: “Si te haces humilde y renuncias a hacer siempre tu propia voluntad, hallarás sosiego en donde te encuentres”.

Esfuérzate en ser paciente en las duras tentaciones, manteniendo la calma y pidiendo la ayuda de Dios.

(Traducido de: Cum să educăm ortodox copilul: 300 de sfaturi înțelepte pentru părinți de la sfinți și mari duhovnici, traducere de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2011, pp. 68-69)