La afirmación personal en la humildad
¿En qué consiste ser humilde? No en encontrar un sitio, un puesto propicio para la humildad, sino en la forma de hacer lo que tienes que hacer, permaneciendo siempre humilde.
Porque ser humilde no significa actuar temiendo no serlo, sino que significa actuar siendo conscientes de que lo que hacemos no proviene de nuestras propias fuerzas. Por ejemplo, uno que es puesto en un lugar de mando, sólo cuando conduzca a los demás podrá ser humilde, en los límites de sus propios cometidos. Esto no significa que no pueda mandar a los demás por querer ser humilde. ¿En qué consiste ser humilde, entonces? No en encontrar un sitio, un puesto propicio para la humildad, sino en la forma de hacer lo que tienes que hacer, permaneciendo siempre humilde. El que fuera el stárets de nuestro monasterio durante dieciséis años, el padre Juan Dinu, solía decir: “Humilde es aquel que sabe mantenerse en su lugar”. Porque si no sabes cuál es tu sitio, quien esté a tu lado no sabrá entonces cuál es el suyo. Por ejemplo, si voy a la iglesia y no mantengo el sitio que se me dio, entonces el que esté a mi lado no sabrá tampoco cuál es el suyo. Todo esto significa que, también en la vida cotidiana, si mantienes tu sitio y te afirmas en él con fuerza y voluntad, no en detrimento de los demás, no con orgullo, sino con el deseo de poner en práctica las cualidades que Dios te dio, no existe ningún riesgo de que tu humildad se vea menoscabada.
Dios acepta al hombre en el estado que le otorgó y en el estado que este haya alcanzado de acuerdo a su naturaleza. Pienso en mi caso, que tanto me gusta ser comunicativo... ¡no me pongo a pensar que Dios me reprenderá por haberlo sido! O si hay alguno más retraído, Dios no lo amonestará por ser así, si así es su forma de ser, si así como se desenvuelve y si esta es la característica de su entera existencia.
En el momento en que te decidas a seguir un camino determinado, no te pongas a pensar que quizás haya también otro; lo que tienes que hacer es elegir tu camino con el debido entusiasmo; es decir, no te cases “con probabilidad” ni te hagas monje “con probabilidad”, sino que hazlo estando seguro que ese es tu camino, evitando discutir la posibilidad de que talvez exista otro camino en otro sitio, o que Dios quizás tenía otros planes para ti. La verdad es que no podríamos conocer con exactitud lo que Dios quiere de nosotros, pero sabemos lo que sí podemos hacer en tales o cuales condiciones.
La salvación se alcanza por medio de Dios. En vano quisiéramos hacer cosas extraordinarias. Lo que tenemos que hacer es abandonarnos en Sus manos y dejar que Él obre de la forma que sabe hacerlo con cada uno de nosotros, Y si Él quiere afirmarnos, lo hará, y si no quiere hacerlo, inútiles son nuestras pretensiones. Recordemos que nuestro Señor Jesucristo, después de sanar al leproso, no quiso darse a conocer y reafirmarse como el que había sanado a aquel enfermo; al contrario, se apartó, de manera que el otro se quedó preguntándose quién le había librado de su enfermedad. Esta es una de las mejores exhortaciones a la humildad que podríamos recibir.
(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie)