La angustia que nos corroe el corazón
El que se deja vencer por sus pasiones no podrá evitar las ataduras de la congoja.
La angustia entristece al hombre y termina consumiéndolo.
Cuando el alma se llena de angustia, empieza a transformarse. El hombre deja entonces de aceptar los consejos que recibe, y de responder con calma a las preguntas que se le hacen. Empieza a evitar a los demás, como si ellos fueran los responsables de ese estado suyo, y no puede entender que la causa de su propia enfermedad se halla en su interior. La angustia es un gusano que corroe el corazón, un vástago que termina comiéndose a la madre que le parió.
La persona angustiada no es capaz de elevar su mente en contemplación ni de hacer una oración pura.
Aquel que ha vencido sus pasiones ha vencido también la angustia. Sin embargo, el que se deja vencer por sus pasiones no podrá evitar las ataduras de la congoja. Así como es fácil reconocer a un enfermo por el color de su rostro, lo mismo es fácil reconocer al que se deja dominar por sus pasiones, por la angustia que demuestra.
Aquel que ama las cosas del mundo es imposible que no se angustie. Mientras tanto, el que las desprecia se mantiene siempre contento.
(Traducido de: Un serafim printre oameni, Sfântul Serafim de Sarov, Editura Egumeniţa, 2005, p. 350-351)