Palabras de espiritualidad

“¡La arena, hijo, la arena!”

  • Foto: Andreea Trandafir

    Foto: Andreea Trandafir

Los pecados “pequeños” se acumulan y forman una gran cantidad de arena, que, al final, es más pesada que una roca.

Padre ¿a qué se debe que no sienta necesidad de confesarme?

—¿Es posible que se te haya olvidado examinarte a ti mismo? La Confesion es un Sacramento. Se trata, pues, de ir y revelar tus pecados de una forma muy sencilla… Veamos: ¿no hay nada de tozudez en ti? ¿O egoísmo? ¿Jamás ofendes a tu hermano? ¿No lo juzgas? ¿Qué dice uno al confesarse? “Me he enfadado, he juzgado…”, y tu padre espiritual te lee la oración de absolución. ¡Pero hasta los pecados más “insignificantes” tienen su propio peso!

Cuando me confesaba con el padre Tikón, a veces le decía que no tenía gran cosa acumulada en mi alma. Entonces, él me respondía: “¡La arena, hijo, la arena!”. Los pecados “pequeños” se acumulan y forman una gran cantidad de arena, que, al final, es más pesada que una roca.  Quien ha cometido un pecado grave, piensa todo el tiempo en él, se arrepiente y se humilla. Tú tienes muchos pecados “pequeños”.

Si te pones a analizar las condiciones en las que creciste tú, y las comparas con las de tu hermano, verás que eres más malo que él.  Luego, tienes que ser más conciso en tu confesión. No basta con decir, por ejemplo: “siento envidia”, “me enfurezco”, etc., sino que hay que hablar en específico de nuestras caídas, para que podamos ser ayudados. Y cuando se trata de algo realmente grave, como la perfidia, hay que confesar lo que hemos pensado y lo que hemos obrado, porque, de lo contrario, será como burlarnos de Cristo. 

(Traducido de: Cuviosul Paisie AghioritulCuvinte duhovnicești, Vol. III Nevoința duhovnicească, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 280-281)