La avaricia que nos lleva a la ruina
Nuestro única ambición es hacernos cada vez más ricos, para después heredarles nuestros bienes a los demás, que a su vez se los heredarán a otros.
La avaricia trastoca todo, destruyéndolo. Además, usurpa el temor de Dios en las almas de los hombres, de la misma forma en que un tirano, digamos, viene a adueñarse de una ciudad. Por eso es que nos volvemos indiferentes y no nos interesa ni la salvación de nuestros hijos, mucho menos la nuestra. Nuestro única ambición es hacernos cada vez más ricos, para después heredarles nuestros bienes a los demás, que a su vez se los heredarán a otros. Actuando así, demostramos que hemos dejado de ser los dueños de nuestro dinero y de nuestra hacienda, porque todo lo que hacemos es heredársela a otros.
Qué digo, más despreciables que los esclavos? ¡Ponemos a nuestros propios hijos en un nivel más bajo que los animales!
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Părinții și educarea copiilor, Ed. Agapis, 2010, p. 21)