Consolar a alguien que sufre o fortalecer al que ha tenido una vida difícil, son formas de la caridad espiritual.

Apoyar al que ha sido marginalizado injustamente, arriesgando nuestra propia posición al defenderlo, asumiendo las posibles consecuencias negativas de nuestra actitud: tal es la forma más grande de la caridad, porque implica nuestro propio sacrificio, algo más importante que el simple gasto material.

Tal forma de caridad puede practicarse también por el pobre: apoyar al que sufre. Puede que el que es pobre esté sano, y el que tiene más posibilidades, no, sufriendo alguna parálisis o algo semejante. En este caso, también el pobre puede practicar la caridad, visitando al enfermo algunas horas, acompañándolo, ayudándolo a adquirir sus alimentos e incluso alimentándolo, en caso que el otro no pueda hacerlo solo.

Entonces, sepamos que caridad no significa sólo dar dinero o algún objeto a alguien.

(Traducido de: Arhimandrit Epifanie Theodoropulos, Toată viața noastră lui Hristos Dumnezeu să o dăm, Editura Predania, București, 2010, p. 61)