La caridad, motivo de festejo
No serán condenados por haber robado, por haber caído en desenfreno, o por haber cometido cualquier otra iniquidad, sino por no haber estado atentos a Cristo, sirviendo al prójimo en su necesidad. Luego, mientras quede tiempo, visitemos a Cristo, cuidémoslo, vistámoslo, démosle refugio, honrémoslo.
Debido a los titubeos de tu corazón, el bien que haces se torna dudoso. La caridad que se hace con la mitad del corazón o a la fuerza es estéril e insípida. Y es que, cuando hacemos el bien, debemos celebrar y no quejarnos. ¿O acaso crees que la misericordia no es obligatoria, sino voluntaria? ¿Acaso crees que no es un mandamiento, sino un consejo, una invitación? ¡Cuántos no quisiéramos que así fuera! Pero recordemos lo que dice la Escritura sobre esos que, el Día del Juicio, el Justo Juez va a poner a Su izquierda, cual cabras, y los va a condenar (Mateo 25, 31-46). Y no serán condenados por haber robado, por haber caído en desenfreno, o por haber cometido cualquier otra iniquidad, sino por no haber estado atentos a Cristo, sirviendo al prójimo en su necesidad. Luego, mientras quede tiempo, visitemos a Cristo, cuidémoslo, vistámoslo, démosle refugio, honrémoslo
No sólo con comida, como hacen unos; no sólo con mirra, como María; no sólo con un sepulcro, así como hizo José de Arimatea; no sólo con lo necesario para el entierro, como lo hizo el buen Nicodemo; no sólo con oro, incienso y mirra, como lo hicieran muchísimo tiempo antes los magos. Entonces, porque el Señor quiere misericordia y no sacrificio, y porque la caridad es mejor que el sacrificio de miles de robustos terneros, practiquémosla con esos que más lo necesitan hoy, con esos que se hallan en el lugar más terrible, para ser recibidos en el Reino de los Cielos cuando partamos de este mundo. Sólo así podremos encontrarnos con nuestro Señor Jesucristo, a Quien se debe toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, Traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 383-384)