La contrición con alegría
Creo que todos los santos se arrepentieron con alegría, porque sólo aquel que tiene esperanza puede arrepentirse en verdad. Al contrario, el que no tiene esperanza llega a experimentar una profunda tristeza, inactividad y desidia. Pero el que tiene esperanza está lleno de felicidad. Cristo, el Señor, le dijo a sus discípulos: “Les digo que Mi alegría esté con Ustedes y que su alegría sea plena”.
En el libro de los apotegmas de los Santos Padres se cuenta que dos hermanos partieron del monasterio, al haber cometido el mismo pecado. Después de volver, como canon de penitencia, fueron encerrados en lugares diferentes. Cuando, luego de un año, ambos fueron puestos en libertad, se pudo ver cómo uno tenía un semblante luminoso y feliz, mientras que el otro lo tenía oscuro. Al ser preguntados sobre qué clase de pensamientos experimentaron durante ese período de arrepentimiento, el que tenía el rostro radiante dijo que le agradecía a Dios por no haber permanecido en tal pecado y que quería seguirle sirviendo con devoción. El otro, al contrario, dijo que se había pasado el tiempo preguntándose “¿Qué hice, Señor? ¿Cómo pude hacer algo semejante?”. Más tarde, a un sacerdote (del mismo monasterio) le fue revelado que Dios recibió el arrepentimiento de cada uno.
En lo que a mí respecta, soy partidario del arrepentimiento con alegría, porque se abandona el pecado y se trabaja la virtud, confiados en que Dios nos bendice.
Una vez alguien me preguntó: “¿Padre, cuál santo se arrepintió con alegría?” Es muy difícil conocer los misterios del hombre. Creo que todos los santos se arrepentieron con alegría, porque sólo aquel que tiene esperanza puede arrepentirse en verdad. Al contrario, el que no tiene esperanza llega a experimentar una profunda tristeza, inactividad y desidia. Pero, el que tiene esperanza, ése está lleno de felicidad. Cristo, el Señor, le dijo a sus discípulos: “Les digo que Mi alegría esté con Ustedes y que su alegría sea plena”.
Un sacerdote del Monasterio Timiseni, el Padre Ioan Negruţiu, dijo una vez algo que me gusta mucho y que quisiera repetir “Ten cuidado en no caer. Y si caes, procura caer con el rostro hacia arriba”.
Esto significa que no debemos olvidarnos de Dios y nuestro destino como hombres, porque somos seres creados para Él, somos seres que ven hacia arriba (antropos) y somos moldeables. Pero, ante todo, significa que no debemos olvidarnos de Dios, porque todo viene de Él.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 110)