La contrición es el medicamento del alma
El arrepentimiento consiste, entre otras cosas, en el hecho de no repetir el pecado. Tal como para cada enfermedad hay un remedio, para cada pecado hay arrepentimiento.
Cuando nos arrepentimos sinceramente por nuestros pecados y volvemos a Cristo con todo el corazón, Él se alegra, celebra y reúne a todos los ángeles para mostrarles el tesoro que se le había perdido, es decir, Su ícono real. Entonces, toma sobre sus hombros a la oveja perdida y la lleva de vuelta con el Padre. Dios lleva esa alma contrita a vivir en la morada de los benditos, junto con los que jamás se han apartado de Él.
Así pues, volvamos pronto a nuestro Muy Misericordioso Dios. No desesperemos por nuestros pecados, aunque sean graves e incontables. La desesperanza es la mayor alegría del demonio. Según la Santa Escritura, es un pecado mortal: “Si el tedio y la desidia no se te oponen”, escribe San Barsanufio, “tienes que llenarte de asombro y exaltar a Dios por haberte hecho, de pecador, un justo”.
El arrepentimiento consiste, entre otras cosas, en el hecho de no repetir el pecado. Tal como para cada enfermedad hay un remedio, para cada pecado hay arrepentimiento.
Luego, toma el camino de la contrición, pero sin dudar. Y esa misma contrición intercederá por ti ante Dios.
(Traducido de: Un serafim printre oameni – Sfântul Serafim de Sarov, traducere din limba greacă Cristian Spătărelu, Editura Egumenița, 2005, p. 334)