Palabras de espiritualidad

La contrición es la única forma de borrar los pecados

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Aunque el hombre sea perdonado por su falta, la imagen y las consecuencias del pecado persisten.

«Me escribes, dudando que tu pecado te haya sido perdonado. Veamos lo que dicen los Padres.

No importa qué falta cometa el hombre: si se arrepiente, se le perdonará; sin embargo, la imagen del pecado perdurará en él hasta su último aliento. Cuando esté por dormir, entre sueños, o cuando menos lo espere, el maligno volverá a proyectarle ese recuerdo, para ensuciarle el pensamiento, para acusarle nuevamente de pecados antiguos o solamente para dispersarle la mente. Cuando Natán reprendió a David, este respondió: “¡He pecado ante Dios!”, y Natán le dijo: “El Señor ha perdonado tu pecado”. Fue perdonado inmediatamente. No obstante, toda su vida sufrió por causa de ese pecado. Primero murió el hijo que había engendrado con Betsabé. Luego su hijo pecó con la hija de Tamar. Después tendría problemas con su hijo Absalón. Y todo esto ocurrió después de perdonársele aquel pecado. Entonces, aunque el pecado sea perdonado, el canon de penitencia permanece, según la falta cometida.

Recuerda también el caso de Santa Teodora de Alejandría, quien vivió como un monje. Pecó, se alejó del mundo, se arrepintió y se santificó. Y, sin embargo, no pudo olvidar el adulterio cometido. Cuando vinieron a difamarla y la echaron del monasterio, asumió la crianza de un niño que no era su hijo, aún sabiendo que se trataba de una acusación falsa. ¡Y San Efrén! ¿No fue enviado a prisión por haber robado un ternero, aún siendo ya un santo cuando lo aprehendieron? “Sí”, le dijo el Señor, “tú no lo robaste, pero cuando eras joven no ataste a un ternero, y después vino un animal salvaje y lo devoró”.

En consecuencia, aunque el hombre sea perdonado por su falta, la imagen y las consecuencias del pecado persisten. Debido a tu reciente dejadez, el Señor ha permitido que la tentación regrese a ti, para que espabiles. Así, levántate y clama: “¡Hijo de David, quiero ver!”, y Jesús se te revelará, Quien es Dador de luz, enviándote la luz de la contrición y del conocimiento divino.

Hijo mío, no me entristezco por las cosas pasadas, sino que me alegro por las futuras. El más pequeño recibe la bendición del más grande, y el pecado pequeño o grande se borra por medio de la verdadera contrición. Así, no mires atrás, sino que busca lo que habrá de venir.

Hijo mío, me alegra mucho que te interese aprender. Este es un buen testimonio. Cuando alguien busca aprender algo, también debe poner en práctica lo aprendido. Esta es la única forma. Y aunque la persona no logre hacer nada, al menos sabe que hay otros que sí lo hacen. Avergonzado, le pedirá a Dios que le envíe Su abundante misericordia. Y así es como logrará contarse entre aquellos que practican la virtud».

(Traducido de: Gheron Iosif, Mărturii din viața monahală, Editura Bizantină, București, p. 110)