Palabras de espiritualidad

La contrición no tiene final

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Es mejor no pecar. Sin embargo, si la contrición arde como una llama, puede restituir todo lo perdido.

Desde luego que es mejor no pecar. Sin embargo, si la contrición arde como una llama, puede restituir todo lo perdido.

Debemos conservar ese espíritu de arrepentimiento durante toda nuestra vida, hasta el final. La contrición es el fundamento de toda la vida ascética y espiritual. El sentimiento, la intuición del pecado puede hacerse tan vívida en nosotros, que engendre verdaderamente una profunda contrición.

Podemos llorar horas enteras, semanas, año tras año, hasta que nuestro ser se renueve plenamente por medio de la palabra de Dios, con Sus mandamientos y, especialmente, por la Gracia del Espíritu Santo. Semejante transformación de nuestro ser, posterior a la caída de Adán, exige un gran esfuerzo. Y mucho tiempo.

El arrepentimiento no tiene fin en este mundo, porque el final de la contrición significaría que hemos alcanzado la semejanza total con Cristo. La más ínfima diferencia entre Cristo y nosotros, requiere un arrepentimiento muy profundo: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros!”. Estas palabras expresan la distancia que sentimos entre Él, Ser Absoluto y eterno, y nosotros mismos. “Si no somos totalmente semejantes al Señor, ¿cómo podríamos vivir eternamente con Él?”, se preguntaba San Simeón el Nuevo Teólogo. Para él, tanto como para nosotros, esto es imposible. No nos queda más que ser pacientes.

(Traducido de: Arhimandritul SofronieDin viață și din Duh, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2014, pp. 24-25)