Palabras de espiritualidad

La “despedida de soltero”, ¿último momento de libertad?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Tristemente, nuestra sociedad actual aprueba más y más esas inmoralidades, adoptando, sin discernimiento, toda clase de costumbres.

En los últimos tiempos, Occidente ha enviado, con creciente intensidad, más y más “invitaciones” para que en todo el mundo se les imite. Antiguamente, cuando Occidente no se había desarrollado como civilización, sucedía exactamente lo contrario. ¡Qué extrañas son las cosas!

Bien, un nuevo hábito ha aparecido en Occidente. En el descreído y consumista mundo occidental ha surgido una nueva “tradición”. Esta ha sido llamada “despedida de soltero/soltera” y tiene lugar en las vísperas de la boda.

¿En qué consiste esta “celebración”? Es una fiesta, digamos, en honor del futuro esposo o futura esposa, organizada en algún centro nocturno, o, en algunos casos, en la casa de algún amigo o amiga. Tal clase de fiestas no tiene ninguna relación con otras celebraciones decentes, como los cumpleaños, porque tiene una intención pérfida, con un trasfondo de perversión sexual. Los organizadores de estas “fiestas”, buscando cómo distraer al futuro esposo o a la futura novia, los invitan a “desconectarse” por última vez y flirtear libremente —o incluso tener relaciones íntimas— con cualquier otra persona, argumentando, como circunstancia atenuante, el enlace que tendrá lugar al día siguiente.

Muchas veces, esas juergas tienen como propósito que todos sus participantes practiquen el desenfreno. ¿Se dan cuenta de qué clase de peligro espiritual estamos hablando?

Como confesor, muchas veces he escuchado a muchos jóvenes hablar de los gravísimos pecados cometidos justo un día antes de participar del Sacramento de su propio Matrimonio.

Frente a semejante inmoralidad, es necesario asumir una postura firme, fundamentándonos en la doctrina ortodoxa y en la Santa Tradición de nuestra Iglesia Ortodoxa.

El Sacramento del Matrimonio es un don de Dios. En consecuencia, no nos podemos acercar a él con superficialidad y sin estar preparados espiritualmente- Así, antes de casarse es importante que los novios se tomen un tiempo de conocimiento espiritual. Esto es algo importantísimo entre el confesor y los futuros esposos, y, desde luego, entre novio y novia.

En primer caso, es necesario que los futuros esposos desarrollen una relación cercana con su confesor. Esto representa una lucha espiritual común, una práctica, un equlibrio, mucha oración, y compartir la comunión con los Santos Misterios.

Por otra parte, entre los futuros esposos deben fomentarse la paciencia, la lucha común, la comprensión recíproca plena, el respeto a los mandamientos de Dios, el conocimiento del otro en las cuestiones del alma, la fe, la familia y la amistad.

Para experimentar en verdad el Sacramento del Matrimonio y el oficio litúrgico nupcial, es necesario que los futuros esposos reciban una cierta preparación para participar de este sacramento. Acercarse al Sacramento del Matrimonio requiere no sólo de una purificación exterior, sino especialmente de una interior, espiritual.

Esta preparación previa al enlace es recibida con gozo por parte de Dios. En caso contrario, el demonio es quien se alegra cuando consigue que los miembros bautizados de la Iglesia se aparten y participen de las mencionadas diabólicas diversiones, orgías y demás vacías manifestaciones que, en vez de llevar a la legítima unidad física y espiritual de los futuros esposos, los empujan al divorcio y a la separación más adelante.

En conclusión, la Iglesia Ortodoxa considera la preparación para el matrimonio como algo santo, salvador y que guía a los futuros esposos a ese amor que dura hasta la muerte biológica y más allá, en la eternidad. ¡El matrimonio no es una distracción con fecha de caducidad! En otras palabras, una vez terminadas la boda y la distracción, hay que estar atentos para que lo que sigue no sea el divorcio y problemas similares.

Por esta razón, ya que la “despedida de soltero” no tiene ninguna relación con el pensamiento ortodoxo patrístico y con la Tradición de nuestra Iglesia, y debido a que se trata de un error y una ilusión embellecida del pecado, recomendamos evitar tales prácticas, en su calidad de tradiciones ajenas e incompatibles con nuestra Iglesia Ortodoxa, en el marco de la Santa Tradición. De igual forma, aconsejamos a nuestros jóvenes, quienes aman y ponen sus esperanzas en la Santísima Trinidad, que no participen en esas reuniones de pecado.

Además, quiero consignar aquí algunas experiencias particulares, mismas que he conocido en el ejercicio de mi misión sacerdotal. Una pareja de jóvenes, a pesar de haberse preparado con antelación, por medio de la confesión, para comulgar antes de su matrimonio, asistieron a esas “despedidas”, llegando en unas miserables condiciones espirituales al día de su boda. Otros, arrepentidos por haber participado de esa forma de desenfreno, corrieron a buscar a su padre espiritual minutos antes de la boda, llenos de remordimientos, para confesar sus faltas carnales; éstas les habían llevado a perder, en el camino, toda la buena y hermosa disposición espiritual que habían conservado hasta entonces, misma que hubieran querido mantener para el día de su enlace. Recuerdo otro caso, el de un joven novio que, durante la celebración del Sacramento del Matrimonio, con trabajo lograba mantenerse de pie y con los ojos abiertos, exhausto después de una noche de distracciones, bebida y desenfreno.

Pero, tristemente, nuestra sociedad actual aprueba más y más esas inmoralidades, adoptando, sin discernimiento, toda clase de costumbres. Los padres de familia, los sacerdotes y todos aquellos que sientan temor de Dios deben aconsejar a los jóvenes y guiarlos para que eviten esas prácticas. Justificar tales “fiestas”, en vez de ayudar, acrecienta aún más el problema de nuestra alterada sociedad, en la cual el número de matrimonios disminuye alarmantemente, mientras crece el de divorcios y el de las relaciones adúlteras de los esposos con otras personas.